
El cultivo del tomate ofrece uno de los frutos hortícolas de verano más apreciados por hortelanos y consumidores. Raro es el huerto sin una o más variedades de tomates. Las tomateras son plantas rústicas y vigorosas que se adaptan bien a muchos tipos de suelos, aunque también son voraces y es preferible el cultivo en tierras ricas en nutrientes y bien abonadas.
Para asegurar cultivos de tomate sanos, son imprescindibles algunas prácticas de manejo que nos ayudarán a minimizar la necesidad de tratamientos.
La mayoría de variedades son trepadoras, haciendo necesario su encañado, y sólo algunas se cultivan a ras de tierra. Las plantas se deben podar conforme van creciendo. Y a partir de que las tomateras han desarrollado su tercer ramillete de flores, es recomendable eliminar las hojas más viejas de la parte inferior de la planta de tomate. Son hojas poco productivas que nos dificultan la aireación. Estos sencillos cuidados aseguran el acceso al sol y la correcta aireación de la planta, ayudándola a prevenir los temidos problemas fúngicos.
Existen dos enfermedades fúngicas principales en el cultivo del tomate. Una es el mildiu, y la otra el oidio. En función de las condiciones de humedad y temperatura, así como de la sensibilidad varietal y cantidad de inóculo inicial, sufriremos con más facilidad una u otra enfermedad del tomate.
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