
La mosca del olivo es la plaga principal del cultivo del olivo. Afecta al fruto, provocando caídas prematuras y una disminución importante de la calidad del aceite obtenido.
La incidencia es variable según las temporadas, presentándose de forma más virulenta en años con veranos de temperaturas moderadas y humedades altas. También influyen factores como la presencia de mosca a inicio de campaña o la carga de fruto que presentan los olivos.
Las zonas donde se da una mayor incidencia de la plaga son siempre las del litoral mediterráneo, donde las temperaturas estivales son más moderadas y las humedades altas.
También existe un factor de susceptibilidad varietal, con variedades que se consideran incluso resistentes por la poca incidencia (Morrut, Empeltre), hasta variedades como Picual, Hojiblanca o Manzanilla que son muy susceptibles a la plaga.
Los peores años para el sector son los que se juntan condiciones ambientales que provocan mucha presión de plaga con poca carga de fruto en los olivos. El menor número de aceitunas hace que el porcentaje de frutos picados acabe siendo altísimo.
Existen diversas técnicas de control de la mosca del olivo. En olivicultura ecológica no se pueden usar insecticidas penetrantes destinados a alcanzar la larva dentro del fruto, por lo que todos los esfuerzos se centran a evitar las puestas y bajar las poblaciones.
Pero para saber cómo afrontar la mosca del olivo, debemos conocer primero la plaga y su ciclo biológico.
La mosca del olivo, descripción y ciclo biológico

La mosca del olivo es un díptero parecido a la mosca común pero un poco más pequeña (4-5mm). Una franja blanca entre tórax y abdomen hace que sea fácil identificarla. También es fácil distinguir la hembra del macho, puesto que ésta tiene al final del abdomen un oviscapto notable, que usa para perforar la piel de la aceituna, habilitar un pequeño espacio y depositar el huevo.
La larva, de aspecto vermiforme típico de los dípteros, mide unos 8mm en sus últimos estadios.
La pupa es de color ocre, forma de barrilete y de unos 4mm de longitud.
El número de generaciones es entre 2 y 3, dándose hasta 4 en zonas endémicas.
Generalmente la última generación provoca la caída del fruto y pupa enterrada en el suelo para pasar el invierno, pero en las zonas más cálidas pueden pasar el invierno en forma de adulto.
Ponen un huevo en cada aceituna, y son muy selectivas en este proceso.
-Inspeccionan la aceituna para descartar que ya haya sido picada por otra mosca
-El fruto tiene que tener el hueso endurecido (tamaño superior a un guisante)
-El estado de desarrollo del fruto tiene que permitir la sincronía con el desarrollo de la larva, así que descartan los que ya han empezado a madurar.
Una vez selecciona la aceituna, perfora la epidermis, abre un pequeño espacio y deposita un solo huevo. Así hasta doce diarios. Si tenemos en cuenta que en verano la longevidad está entre 20-40 días pero en otoño hasta 60 días, podemos tener más de 500 huevos por hembra en cada generación ( y siempre en aceitunas sanas!), cosa que explica la devastación que puede llegar a producir.
El daño que provocan, a parte de la pérdida de cosecha por la caída prematura y la pulpa que consumen, se debe sobre todo al aumento de la acidez y pérdida de propiedades organolépticas. Es un daño indirecto, y es que por los orificios que provocan en la aceituna penetran hongos que estropean lo que queda de ella. Si esta no ha caído de forma prematura, este fruto mohoso se va a almazara y altera el producto final.
En el cultivo ecológico del olivo, en años de mucha mosca se adelanta todo lo posible la cosecha para evitar males mayores. No se busca sólo evitar nuevas picadas, sino también evitar la proliferación de estos hongos con las condiciones de humedad y temperatura otoñales y que son los que realmente alteran las propiedades del producto final.